Por ejemplo, en una de las principales lecciones básicas del pequeño príncipe se le afirmaba, con la intención de que lo creyera sin ningún género de duda, que no existían las islas, ni las princesas, ni Dios....Salvo incidentes como éste, que en el fondo no tenían excesiva importancia, la personalidad del príncipe maduraba sanamente.
Sin embargo, al final de su adoslencencia, el no tan pequeño príncipe decidió aprender las cosas por sí mismo, y le pidió permiso a su padre para abandonar el hogar y ampliar sus conocimientos de nuevas fuentes. El padre accedió sin reservas, recordando sus pasados y queridos tiempos.
El primer deseo del príncipe fue el de ver el mar. Así lo hizo, y le llamó su atención tanto su inmensidad, como la profundidad de la mirada de las gentes que vivían en sus proximidades.
Por casualidad, conoció a un marinero que se ofreció a llevarle en su barcaza. En el transcurso de una animada conversación al marinero se sorprendió de que el chico no conociera ninguna isla.
-Las islas no existen, ni las princesas ni Dios...creía que todo el mundo lo sabía.
El marinero no dijo nada, sino que dirigió la proa rumbo a las islas que él conocía de sobra, en las que había bellas princesas que presentó a su joven amigo.
Apesadumbrado, el príncipe cubrió de preguntas al nuevo maestro, que le dijo:
- Claro que existen las islas, y las princesas, y Dios...
- ¿Podría ver a Dios también?
- Claro que sí. Soy yo.
El príncipe volvió velozmente para contar a su padre cuanto había visto y oído. Este le dijo:
- No existen las princesas, ni las islas, ni Dios...¿Cómo era el marinero que habló contigo?
- El príncipe lo describió y...
- ¡Ah!, por supuesto que no es Dios. Es un Mago.- Y terminó de completar detalladamente la dercripción del enigmático amigo.
El joven príncipe no podía conciliar el sueño, y decidió volver a conversar con el marinero, o Mago, tratando de buscar la verdad.
- Bueno, sí. Yo soy un Mago, pero tu padre tampoco es un Rey sino que es otro Mago, y el resto de las cosas existen.
El joven volvió corriendo, y desperto a su padre para decirle, casi sin aliento, que lo que le había contado en las lecciones no era cierto, y que él le demostraría, que existían esas y otras muchas cosas. Su padre sólo le dijo:
Lo ves, tú también empiezas a ser un Mago (Fin).