© 2005 Miguel Gallardo, ingeniero y criminólogo, perito judicial privado

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Esta entrevista me la concede Don  Federico Carlos Sainz de Robles Rodríguez el miércoles 6 de julio de 2005 para tratar de asuntos de “metajusticia”, de enjuiciamientos de jueces, de la comisión disciplinara, de la inspección del Consejo General del Poder Judicial y de la historia de los jueces expedientados, los expedientadotes y denunciantes de jueces, de los que Don Federico Carlos conoce bien lo más importante por tener a muchos jueces por clientes como abogado, y también varios de los expedientadotes a los que ha nombrado, propuesto, ha depuesto, ha valorado … por haber sido presidente del Consejo, y en este sentido, podemos remontarnos a

-         Desde octubre de 1980.

-         ¿Qué ocurrió desde entonces en la Comisión Disciplinaria?

-         Pues mire Vd., en la Comisión disciplinaria se empezó a funcionar con el pie forzado de la novedad. Tenga en cuenta que este organismo era completamente nuevo en nuestra Historia. La comisión disciplinaria era una novedad que lo primero que tenía que hacer, era montar un servicio de inspección distinto del que ya venía funcionando. Pues yo tengo que confesar sinceramente, y lo digo porque lo he dicho en público, que no acertamos a instaurar un servicio de inspección. Si Vd. me permite son dos novedades o dos observaciones. Aquello era para mí el servicio de inspecciones literalmente. Inspeccionar es ver. Y por tanto el servicio de inspección ve lo que ocurre en un juzgado. Ve todo, claro. Ve las disfunciones de personal, de plantilla, de demarcación. Las valora coyunturalmente o permanentemente. Propone las medidas correctoras. Y sólo, cuando la disfunción proviene de una conducta inapropiada, se propone la apertura de un expediente disciplinario.

Como ve Vd. las ideas las tengo muy claras, pero no debían de serlo entonces puesto que no salieron tal como yo las estuve exponiendo en el primer consejo, y por supuesto tampoco en los siguientes. Y la inspección prácticamente me da la sensación de que sigue siendo la que yo padecí en mi época de magistrado. Es decir, un organismo, entre comillas, “prácticamente represor” al que el juez temía, simplemente por su presencia. Que entonces tuviéramos que llamar de Vd. o de vuecencia a los inspectores y ahora se les llame de tú, a mí me dice muy poco. Pero debo decirle que fue uno de los fracasos del consejo que yo presidí, que por cierto, nadie me lo ha reprochado. Me han reprochado otras cosas, pero esa no, esa me la reprocho yo. Y a los que siguieron también, diciendo que es una de las asignaturas pendientes. Y es que al parecer, a mí se me dijo hace poco que el servicio de inspección funcionaba muy bien ahora, me lo dijo un vocal…

-         ¿Podría conocer el nombre de ese vocal?

-         No, pero yo le indico, y se lo indiqué a él también, que el problema no es tanto una actuación malévola o tendenciosa, sino que yo he visto muchos nombramientos de jueces que, por ejemplo, no han pisado una audiencia en su vida…

-         ¿En la inspección?

-         En la actual, y en la de los consejos anteriores. En eso a nosotros no nos sucedió, y con que le diera los nombres de los 6 únicos inspectores que teníamos lo comprenderá Vd. perfectamente. Creo que un juez con poca experiencia, que no conoce cómo funciona un tribunal, pues ya ve que no puede valorar lo que para mí es muy importante hoy: la calidad del trabajo. Yo veo, y lo he dicho recientemente en público a un tribunal, que la Justicia se está precipitando hacia la negativísima forma de productividad. Es Justicia cuantitativa. Hay que dictar tantas sentencias, hay que cubrir los módulos. Pero oiga, valóreme Vd. la calidad de las sentencias. Y entonces la duda, la duda y le subrayo que tengo es que un inspector de muy escasa experiencia esto no lo pueda hacer. Y para mí, y le resumo, el funcionamiento y la organización de la inspección es una asignatura pendiente, y ciertamente grave.

 

-         De esa asignatura, ¿cuál sería la bibliografía? ¿Cuál sería la doctrina? ¿Cuáles serían los referentes y los modelos a estudiar internacionalmente, institucionalmente…?

-         Yo más que ir a buscar fuentes extrañas que también puede Vd. encontrar, y que yo busqué en los 5 años que estuve allí, pues yo estudié a fondo el sistema que manejaba el Consejo italiano, el que manejaba la organización judicial francesa e incluso la portuguesa, y por los libros, sólo por los libros, alguna más europea (no entré nunca en el funcionamiento de la justicia norteamericana, al menos bajo este aspecto), yo, más que eso, yo lo que buscaría, y quizá ese sea el defecto más grave del funcionamiento, es el conocimiento directo de la Justicia, y yo creo que al decir esto puede Vd. pensar ¡qué simple es este señor! Se lo admito. Hay que abrir los ojos, y naturalmente, tener un conocimiento de la materia sobre la que los ojos se abren. Hoy en día un inspector tiene que ser un magistrado con una gran experiencia. En el sistema anterior, me refiero en el régimen anterior, si no eran ya magistrados del Tribunal Supremo, estaban a punto de serlo. ¿Qué quiere decir eso? Favorable y no desfavorable, pero hay un punto clave: la experiencia. Yo nombré 6 inspectores, y los nombres se los puedo decir ahora mismo, porque los conozco bien. Entre otras cosas porque el servicio de inspección lo llevé yo 3 años personalmente. (COMPROBAR LOS NOMBRES PORQUE NO SE OÍAN BIEN EN LA GRABACIÓN) Santiago Rosón, José María Márquez, Marín Castelló, Armas Andrés en lo laboral, personas que se habían desgastado en la Justicia, sin valoración ninguna de su funcionamiento, ciertamente con experiencia. Esto es lo que yo empiezo a echar en falta, y estos peligros sólo se detectan con el conocimiento de la realidad jurídica bajo todos los puntos de vista. Yo creo que un magistrado que no sabe lo que es, porque no lo ha vivido, un recurso de apelación, cómo va a saber cómo funciona un recurso de apelación en la vida. Grave asunto, mi querido amigo Gallardo. Pero pendiente. Es un asunto pendiente. ¿Por qué?

-         Se diferencia entre la inspección en la que hay que ver, la instrucción en la que hay que interpretar, y la disciplina…

-         Hombre, estamos ya hablando del expediente, cuando la inspección ya ha propuesto la apertura de un expediente, ya sea informativo que iría a otro lado, o se abre expediente disciplinario y entonces ya entra el instructor del expediente, que es, como Vd. sabe, un magistrado ajeno a los servicios del Consejo General del Poder Judicial.

-         Toda fenomenología se debe de estudiar con método. Si se tuviera que hacer una bibliografía sobre esa asignatura pendiente, y considerar, además de un estudio comparado y doctrinal, una fenomenología, ¿cómo podemos conocer lo que sería necesario conocer para hacerlo bien? Decía Kant al final del prólogo a la segunda edición de la Crítica de la Razón Pura que el conocimiento de las cosas pasa por conocer cómo podemos conocer todas las formas que tenemos de conocer.

-         Evidentemente porque, entre otras cosas, el menester judicial es esencialmente formal. Está ya formado.

-         ¿Y cómo se puede inspeccionar a la inspección. Estamos tratando de hablar de una inspección de segundo orden. De vigilar al vigilante. De inspeccionar al inspector. Me gustaría que se deliberase, en el sentido más noble de la deliberación, sobre la inspección de la inspección, y de la disciplina de la disciplina.

-         Hombre, las cartas que tenemos en la mano se pueden manejar con mucha mayor finura, por ejemplo, en el nombramiento de los inspectores. Esto como sabe Vd. lo decide el consejo sobre un curriculum y como premisa fundamental, sobre una solicitud. No tengo inconveniente en decir que cuando yo veo una solicitud de un magistrado de 32 años que solicita la inspección, me da pavor. Pero claro, ahí están los criterios selectivos que teóricamente no están mal. ¿Quién puede tener la vocación de inspector? Pues nadie. Se tiene que empezar por considerarlo como algo consustancial al buen funcionamiento de la justicia y que temporalmente puede aportar esa experiencia para que la justicia mejore, pero dígame si alguien que tiene vocación para ser inspector.

-         Puede que sea un medio para llegar a algún otro sitio.

-         Ahí estamos. Entonces ya empezamos a torcer el camino. Mire Vd., yo he sido instructor de 2 expedientes. Por supuesto “a fortiori”. Pero llegue a la conclusión de que, puesto que había que hacerlos, había que hacerlos bien. Y entonces, me dediqué a ver lo que se había hecho, lo que se me podía aportar, pero cuando puse el auto de conclusión y propuesta, dormí 12 horas. Si Vd. me permite, como ése fue un tema que a mí me dio muchos quebraderos de cabeza, yo entiendo que gran parte de estos cometidos, son los órganos de gobierno de los tribunales los que debían llevarlos a cabo. Concretamente los presidentes de Audiencia sobre todo de los Tribunales Superiores de Justicia. ¿Quién mejor que estos últimos puede conocer lo que da de sí cada uno? Yo noté que los que eran presidentes de los antiguos, casi budas, que tenían algún problema nos llamaban ¡Hombre, tenéis que montar una inspección! ¿Por qué no la haces tú? Házsela y nos das tú el resultado y luego ya veremos. ¡Hombre es que para mí es muy violento porque piensa que yo estoy hablando con este señor todos los días! Pero tú eres el presidente y nadie te obliga, ni te ha obligado a ser presidente….

-         ¿Por qué y cómo conoce la prensa estas noticias?

-         Me permite una anécdota personal, la más dolorosa que tuve con el presidente del Gobierno en 1981, en una ocasión que tuvimos que hacer una fuerte nota contra el ministro del Interior Rosón, y cuando estuvo redactada y aprobada llamé yo al presidente “Leopoldo necesito verte inmediatamente. Búscame un hueco y te voy a ver ho mismo” “Muy bien, pues vente a la una” y cogí mi carpeta con el acuerdo y fue a verle. Y como hubo una filtración y la radió íntegra la Ser esa misma mañana, cuando fui y la saqué para dársela me dijo “puedes guardártela que ya la conocemos”.

 

Por ejemplo, dígame Vd. cómo ha llegado a la redacción de EL PAÍS la deliberación de los magistrados de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional en el tema de Jarrai, de la Kale Borroka. ¿Quién se la ha facilitado? ¡La deliberación literal! En el Consejo yo perseguí a dos, que podría identificar, autores de filtraciones, y tuve que desembarazarme de ellos como ocurrió con Al Capone por otras cosas. Porque yo le hablo con sinceridad. Yo no culpo al medio informativo. ¡Hace muy bien en publicar lo que tiene! Él valorará su prudencia en relación con los resultados, pero no es achacable. En algunos casos incluso he tenido sospechas de que lo hayan hecho por razones inconfesables.

-         La política informativa afecta mucho a la disciplina, porque entre que el juez inspeccionado se entere por la notificación interna, a que se entere por la prensa… En cualquier caso, el que sí tiene derecho a hacer pública la inspección, la instrucción y el expediente, es el principal afectado, y ése es un derecho irrenunciable.

-         Lo comprendo perfectamente. Y no lo valoro, pero lo comprendo de punta a cabo.

-         Es que los jueces que más me interesan para mi investigación, son los que están dispuestos a hacer pública la documentación que se está utilizando contra ellos. Los demás me interesan mucho menos.

-         Pues le puedo contar un caso en el que el interesado se enteró por la prensa y le dije “Vamos a interponer un recurso que empezaba: Notificado por lo que ha aparecido en la prensa…”

-         Bueno, es que eso es lo que estoy buscando en mi investigación. Casos en los que se pueda investigar lo que ya ha salido en la prensa, y por qué ha salido en la prensa.

-         ¿Sabe Vd. lo que me ocurre a mí como abogado de estos compañeros? Tengo que medir muy escrupulosamente el efecto que pueda tener cualquier filtración cuando tengo que impugnar una sanción, a veces (en un caso que Vd. conoce) ya ejecutada, y tengo que ser muy cauto. El asunto es delicadísimo. La comisión disciplinaria está compuesta por 5 vocales, cada uno de su padre y de su madre, y algunos, que ni siquiera pertenecen a la carrera judicial.

 

-         Yo veo algunas cosas en los expedientes en los que me ha tocado actuar como abogado defensor de jueces, y en otros que he estudiado para prepararlos, que hay algunos casos en los que se ha jugado con los dados cargados.

-         ¿Podría conocer algún fenómeno caso en el que se ha jugado con los dados cargados?

-         No, no.

-         ¿Ni considerando que el que carga los dados no tiene derecho a esa intimidad y el que pierde porque los dados están cargados tiene derecho a denunciarlo?

-         Pero es que yo soy abogado de este señor, y eso lo estoy manejando para beneficio de cliente, y claro, sería absolutamente explosivo que utilizara ahora lo que voy a alegar…

-         ¿Y de algún caso cerrado?

-         Cerrado no tengo ninguno. Pero por ejemplo yo tengo una idea de lo que hay en el caso de…

Es evidente que tal y como está la Administración de Justicia, en un juzgado con unas determinadas cargas, si se quiere, se encuentra el gazapo. ¡Yo mismo, yo mismo, yo mismo! (D. Federico Carlos  lo repite retóricamente tres veces). Cuando estaba de presidente de lo Contencioso de la Audiencia Nacional había asuntos que se me escapaban, porque era tal el aluvión cuando además hubo el tránsito de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo por la ley del 73, que yo decía “esto se me va”. Lo único que podría hacer es que deliberadamente no se me fuera nada, pero si unos señores deciden que a este nos lo cargamos, es evidente que se lo cargan.

-         La aplicación selectiva de las leyes de imposible cumplimiento…

-         Ése es el problema. Pero eso también está en función de la condición humana. Volvemos a las personas y eso nos llevaría muy lejos, hasta la legitimación o no de los consejeros. En el consejo mío, 12 de ellos los eligieron los mismos jueces. Con lo cual, podían decir ¡oye tú! ¿qué estás haciendo? Yo te he dado mi voto, te he elegido yo. ¿Qué estás haciendo? De hecho, la Asociación Profesional de la Magistratura se despidió con un voto de censura al consejo por no haber reclamado el proyecto definitivo de ley orgánica, que conste. Claro, desde el momento en que hoy la legitimación de los consejeros viene de otra fuente, eso provoca una situación que yo consideraría indeseable, que hace que los jueces lo vean como un enemigo. ¡Los jueces!

-         En la clasificación, no digo ya de los expedientados y los expedientadores, sino de los denunciantes, yo desearía perfilar a estos últimos, a los que promueven una acción disciplinaria, tanto si son miembros de la carrera judicial en cuyo caso el impulso que reciben los procedimientos es infinitamente mayor, como si no. Si yo pudiera, quisiera hacer un estudio de los denunciantes.

-         Yo creo que será muy difícil. Aunque siempre hay una denuncia por medio. Algunas son muy meritorias, porque el que las hace se juega mucho. Pero es muy difícil de seguir porque, aunque está escrito, el denunciante no tiene status de parte como está ratificado por el Tribunal Constitucional. Es decir, que Vd. denuncia y ya ha terminado. Vd. no puede recurrir un auto de archivo. Doctrina que se tendrá que rectificar, necesariamente.

-         ¿Podríamos hablar de por qué se tendrá que rectificar esa doctrina?

-         Porque yo entiendo que el que denuncia está perfectamente legitimado para seguir el trámite de su denuncia. El denunciante, mal llamado denunciante, porque es la persona que da la noticia, adquiere un compromiso que en otros ámbitos puede pedir que no le compliquen más la vida porque es un testigo y como tal no puede interponer recursos, pero en el régimen disciplinario es otra cosa. Si llega una denuncia, en la que se piden unas determinadas cosas, por qué me impide Vd., por ejemplo, impugnar un auto de archivo o unas diligencias. El tema está muy delicado. Pero Vd. ha dado en mal sitio, porque yo ahora como abogado la única obligación que tengo es la de sacar indemnes a mis clientes. Como sea. En Derecho, naturalmente, pero como sea. Y me refiero a asuntos que están en el Tribunal Supremo. Pero todo lo que me estorbe en ese camino, a mí no me beneficia en absoluto.

Don  Federico Carlos Sainz de Robles termina la entrevista con un teatral “¡yo te pregunto, Calicles!”, y una maravillosa confidencia en off-the-record que espero que me perdone romper aquí, y así, porque tenía algo de irónica confesión. Despidiéndome en la puerta de su sobrio despacho (que él llama “cubículo”) me cuenta que a él le expedientaron porque después de haber dictado una sentencia, el abogado de una parte pidió aclaraciones sobre la sentencia en un confuso escrito, y este grandioso juez, dialécticamente brillante como muy pocos, respondió a la confusa petición de aclaraciones con algo así como “aclárese antes el que pide aclaraciones sobre lo que exactamente pretende que este aclarador le aclare de la clara sentencia”. Le amonestaron disciplinariamente por tan luminosa respuesta (que espero me perdone haber incluido como broche de oro, aunque no la tenga grabada, ni me haya autorizado a citarla). Y sonriendo, me despidió.

Gracias, muchas gracias, muchísimas gracias, a Don  Federico Carlos Sainz de Robles Rodríguez.

 

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